Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

domingo, 22 de julio de 2012

Mujeres baldías


Yerma. Federico García Lorca.Teatro Nacional Cervantes, 2012

Difícilmente haya dos personajes tan distantes como Yerma, la joven sufriente de la pieza de García Lorca, y La señora Macbeth, reapropiación de la legendaria lady Macbeth shakesperiana por nuestra genial dramaturga Griselda Gambaro. Sin embargo, oblicuamente se cruzan. Las dos están “yermas”, la lorquiana, más que infecunda, está infecundada. La responsabilidad de la falta de hijos recae sobre su marido, un hombre de esos “hechos con saliva” que ella no desea. Yerma maldice su cuerpo, que no le responde. De muchacha esperanzada, la protagonista deviene en una mujer dura que teme “volverse mala”. Pasa de sentirse vacía a estar llena de odio. De aquella joven que se miraba en los ojos de su marido para verse “muy chica, manejable, como si yo misma fuera hija mía”, pasa a masculinizarse hasta no reconocerse: “…cuando paso por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre”… “acabaré creyendo que yo misma soy mi hijo”; a desear tener un hijo sola: “¡Ay, si los pudiera tener yo sola!”. Asesina a su marido y al hacerlo exclama: “Yo misma he matado a mi hijo”.
El vientre yermo de la señora Macbeth es la consecuencia de la lucha por el lugar. En ella también hay un proceso de masculinización. El camino a la infecundidad de la protagonista tiene tres etapas. Primero dirá: “Yo le daré hijos a Macbeth porque los hijos de Macbeth serán reyes…”. En un segundo momento reniega de esta elección: “¡No! ¡Sin hijos! ¡Que se mueran mis hijos si los tengo! ¡Yo seré la hija de Macbeth!”; esto es, ella se propone como su heredera. En una tercera instancia, expresa su propio deseo de poder: “Me engendraré a mí misma. ¡Yo seré reina con poder de rey!”
Estas mujeres yermas son muy diversas, pero las dos pasan de un lugar subalterno, el lugar de hijas, a metamorfosearse, a un “entre” en el que sus identidades se rajan. Un cierto extrañamiento las afecta. Atravesadas por la ambigüedad, se engendran a sí mismas.