Hay quien dijo que lo más profundo es la piel. Como sea, la piel es la frontera con el mundo. La superficie de la belleza y el lugar de las heridas. Aunque lo disimule, el ojo también es piel. Una particularmente vulnerable. El exterior/interior se organiza en la mirada. Este espacio tiene que ver con la construcción de un modo de mirar. Una forma de subjetividad a través de un modo de mirar teatro.

sábado, 4 de febrero de 2012

La risa del rey

        Molière como César
Jean-Baptiste Molière Poquelin quiere ser un trágico pero fracasa. Sufre de una especie de hipo que le entorpece las grandes tiradas. Tampoco tiene un físico de héroe clásico. Pero posee una máscara extraordinariamente expresiva que sabe explotar al máximo para hacer reír.
Una descripción contemporánea: “Ni gordo ni flaco tenía la talla más grande que pequeña; porte noble, buenas piernas, la nariz grande, boca grande, labios carnosos, la tez mate, las cejas espesas y retintas y los diversos movimientos que él les daba volvían su fisonomía enteramente cómica. La naturaleza, que le había sido pródiga en cuanto hace al humor, el talento y la gracia, le había rehusado los dones exteriores tan necesarios en el teatro, sobre todo para los roles trágicos. Una voz sorda, inflexiones duras, una volubilidad al hablar que apresuraba en exceso su declamación, lo hacían en este aspecto muy inferior a los actores del Hôtel de Bourgogne. Tuvo muchas dificultades para triunfar sobre estos defectos y no se corrigió esa volubilidad tan contraria a la bella articulación, sino por continuos esfuerzos que le trajeron aparejado un hipo que conservó hasta su muerte y del que sabía sacar partido en ciertas ocasiones”.
Sabe convertir sus deficiencias en recursos para la escena. Cuando el deterioro de su salud se hace evidente, utiliza la tos persistente que lo aqueja como un instrumento más de su juego escénico. En El avaro le hace decir a un personaje que su Harpagon tiene un catarro que "le sienta bien y tose con mucha gracia”.
En el otoño de 1658, Molière se presentan al rey, la reina madre y los actores del Hôtel de Bourgogne.  Lógicamente, hacen una tragedia: Nicomede de Corneille. El rey se aburre. Esto pasó. “…una vez concluida dicha pieza, el jefe del elenco [Molière], que también ejercía la función de orador, apareció nuevamente en escena, y después de agradecer a Su Majestad la bondad con la que había querido disimular sus defectos y los de toda la compañía confesó que el honor de divertir al más grande rey del mundo les había hecho olvidar que Su Majestad disponía de excelentes originales [los actores del Hôtel de Bourgogne, allí presentes] de los que ellos eran débil imitación. [Y suplicó] a Su Majestad los autorizara para que ofrecieran una de esas pequeñas distracciones que les habían procurado cierta reputación y con las cuales regalaban a las provincias”.
Presenta El Doctor Enamorado. El monarca se ríe. A carcajadas. Ordena que la compañía se instale en París; en la sala del Petit-Bourbon, nada menos. Se inicia una relación inédita entre un actor y un rey.